Esta
tradición sigue realizándose en nuestros días, aunque su origen se
remonta a tiempos pasados.
Se celebra el
segundo domingo de Enero, esta es una costumbre íntimamente
relacionada con la principal de las industrias del pueblo, la
panadera, que consistía en la quema de los capachos que durante un
tiempo habían utilizado los panaderos para transportar en los mulos
el pan que distribuían por gran parte de Granada Capital y pueblos
de los alrededores.
A lo largo de
todo el año, estos panaderos iban acumulando los capachos
deteriorados, que más tarde servirían para quemar en grandes
fogatas, junto a ramas de zarzas y broza del campo.
En la actualidad, y tras haberse modernizado la industria
panadera, realizándose el transporte de pan en vehículos de motor,
han desaparecido los citados capachos, así al carecer de elfos, hoy
se queman toda clase de objetos inservibles aportados por todos los
vecinos cercanos. Entorno al fuego las personas conviven durante
horas, suponiendo ello, un tiempo de relación entre las distintas
familias.
Las hogueras alumbran el paso de San Sebastián en una
tradición que recuerda la vuelta de los lugareños que
sobrevivieron a la guerra de Cuba
Desde la carretera daba la impresión de que medio pueblo de
Alfacar ardía. A las 7,40 de la tarde la imagen de San
Sebastián salía de la ermita de Las Canteras anunciada por
cohetes y veinticinco hogueras que comenzaban a arder en
todo el pueblo. Una año más, los vecinos estaban cumpliendo
con la antigua tradición de 'la quema de los capachos'. Se
trata de una costumbre que se instauró al regreso de los
lugareños que sobrevivieron a la guerra de Cuba. Para
celebrar el evento se sacó en procesión a San Sebastián
desde su ermita del cementerio hasta la de las Canteras,
recorriendo el pueblo para llegar finalmente a la iglesia,
donde permaneció hasta una semana después, que dieron
comienzo las fiestas populares; exactamente igual que se
hace ahora.
Mientras tanto, los vecinos apilaban en sus puertas los
utensilios inservibles usados para las faenas del campo y la
casa: maderas viejas, pleitas y capachos que ardían al paso
del santo. Y quienes más aportaban en un pueblo como éste,
cómo no, era los panaderos, que aún suman más del medio
centenar. Hoy día son retamas, broza y algún que otro trasto
viejo los que engrosan las gigantescas piras que iluminan el
pueblo y los cerros cercanos. Aunque según Juan, el alcalde,
«en los años 40 era mucho más sonado, aún mantenemos la
tradición».
El acto sirvió para anunciar las fiestas; y para ello nada
mejor que disfrutar también de unas horas de convivencia
donde el forastero tiene sitio sin pedirlo alrededor de
cualquier hoguera, porque los vecinos aprovechan las ascuas
para asar carne, hacer rosetas y degustar el recién
elaborado vino del terreno, buscando algo de calor en una
noche que se presentó más que fría.
Una fiesta que se prolonga hasta la madrugada mientras el
San Sebastián espera en la parroquia que el pueblo le rinda
homenaje en las fiestas.
IDEAL: 14
de enero de 2002
|
¡VEN Y
PARTICIPA EN LA FIESTA!
PROMUEVE LA
TRADICIÓN ANDALUZA
|